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¿Qué opinaría John Lennon del copyright y la Inteligencia Artificial?
No tenemos duda que el titular de este artículo fue lo que llamó su atención y no mentimos al decir que John Lennon fue quien lo inspiró. De hecho, el evento detrás, es la noticia de la “Última canción de los Beatles”, que está siendo producida por Sir Paul McCartney utilizando inteligencia artificial para terminarla; pues incluye la voz de John Lennon obtenida a partir de demos y audios antiguos.
Ese es el poder que tiene el aprendizaje profundo y la capacidad generativa de la IA, pero frente a esto surge una discusión más difícil: ¿quién tiene los derechos de propiedad intelectual de ese tipo de producto? y ¿quién protege nuestro arte, contenido y marcas de no ser utilizadas por otros con esta tecnología?
Algunos datos que nos ponen en contexto
En los primeros 5 días en que ChatGPT se hizo accesible al público general, la plataforma alcanzó la visita de 1 millón de usuarios; 1 de cada 3 estudiantes universitarios en Estados Unidos está utilizando IA para completar más de la mitad de sus tareas; SoundDraw (generador de música a base de IA) tuvo cerca de 2.3 millones de visitas en un mes; y Europol, la Agencia de aplicación de la ley de la Unión Europea, predice que cerca de un 90% del contenido en internet será generado o editado por esta tecnología para el 2026.
De manera sencilla, hemos dejado que la Inteligencia Artificial se vaya colando e integrando en tareas diarias y creativas, en nuestro trabajo e industrias; pero, su capacidad de servir o facilitar respuestas a nuestras dudas y tareas no es cuestión de magia. Es importante entender que estos softwares aprenden automáticamente, identificando y replicando patrones de datos que extraen de fuentes protegidas, la web y material que en sí cuentan con derechos de autor.
Y es que al comienzo, cuando apenas se estaba probando esta tecnología, sus resultados no parecían ser un peligro para los derechos de autor, pues su producto final no era de alta calidad. Pero hoy, estos mismos productos son dignos de colocarse en museos, publicarse en periódicos, usarse para crear filtros en redes sociales y como referencia en asignaciones, lo que ha abierto un sinfín de cuestionamientos legales y riesgos que la mayoría no tenían contemplados.
El gran debate y su respuesta incompleta
La manera más fácil de entender los parámetros de esta discusión es ejemplificándolos con algunos casos reales y cercanos a nuestro trabajo. Para comenzar, podemos mencionar el caso de Hollie Mengert , ilustradora de Disney, DreamWorks TV y Nickelodeon, cuyo estilo artístico fue plagiado por un estudiantes de ingeniería mecánica en Canadá, quien alimentó una inteligencia artificial con varios de sus dibujos. También existe la demanda de Getty Images contra Stable Difussion a inicios del 2023, al haber alimentado y entrenado a su inteligencia artificial con más de 12 millones de fotos de Getty.
Al final, en ambos casos el terreno legal es complejo, pues el input para la inteligencia es trabajo humano pero lo que esta devuelve es una nueva alteración sin la intervención del artísta; entonces, ¿quién es realmente el dueño de los productos finales? ¿Quien creó el input inicial o la máquina que creó el output?
La respuesta a esta pregunta es: depende. Por un lado, tenemos a Reino Unido, uno de los pocos países que está otorgando derechos de autor a obras completamente creadas por IA, siempre y cuando el creador de la obra sea quien realizó los inputs para producirla (algo un poco confuso). Mientras que, la oficina de Copyright de Estados Unidos estableció que la protección de derechos de autor solo aplica para material creado por humanos, no por IA. Esto implica que la oficina se dedica a analizar el trabajo producido por la IA y demandado, caso por caso, y depende de que el humano indique cual fue su contribución total a nivel creativo en el input de la máquina, para determinar quién es el verdadero dueño del producto final; lo cual, desde nuestra apreciación personal, también pareciera ser un poco arbitrario.
Por ejemplo, en 2023, la oficina estudió el caso de un comic creado por Kristina Kashtanova, quien redactó todo el material y creó la historia, personajes, textos, etc., pero, utilizó Midjourney (IA que hace imágenes nuevas a partir de textos) para ilustrar. Ante esta situación, la oficina determinó que la novela gráfica en su conjunto podía estar protegida por copyright, pero las imágenes individuales no, pues no tenían suficiente intervención creativa humana para ser atribuidas a la autora.
Aquí surge entonces un gap, pues la mayoría de las personas que están creando material de valor con estas herramientas no se limitan a la primera respuesta o producto que les arroja la tecnología. De hecho, muchos van haciendo alteraciones, pasan el material por múltiples softwares e, incluso, editan detalles de manera individual (por ejemplo, con Adobe Photoshop e Ilustrador). Pero nada asegura que este tipo de intervención sea suficiente para que finalmente los productos sean aceptados y protegidos como si tuvieran una autoría humana. Según lo establecido a nivel legal, lo que importa es poder demostrar a qué nivel el humano tuvo control creativo sobre la expresión artística y realmente “produjo” los elementos de autoría tradicionales… de nuevo, unos lineamientos que nos parecen un poco confusos y difíciles de medir objetivamente.
Pero, ¿qué nos llevamos de todo esto?
Como menciona Andy Prason, director del grupo de autenticidad de contenido en Adobe, “Todos tenemos el derecho fundamental de establecer una realidad objetiva común. Y eso comienza con saber qué es algo y, en los casos en que tenga sentido, quién lo hizo o de dónde vino”.
De tal forma, se están creando algunas iniciativas para incentivar la autenticidad del contenido por medio de credenciales, que sirven como etiquetas que permanecen con el archivo sin importar por donde se mueva, e indica el nivel de intervención por parte de IA. Estas iniciativas están siendo apoyadas por empresas como Google, Microsoft y Adobe, mientras que el creador de ChatGPT y Dall-E, ha dicho que por su parte están creando un modelo que determine si su inteligencia artificial está aprovechando contenido o un estilo de alguien particular, para así poder pagar un reconocimiento a dicha persona.
Por nuestro lado, estamos planteando toda esta discusión, no solo por ser interesante, sino porque como mercadólogos, publicistas y personas creativas, debemos ser responsables de nuestras marcas, comunicación y productos. De ahí, la importancia de saber cómo protegerlos y utilizarlos sin perder autoría, especialmente ahora que no se han definido bien las reglas del juego.
Por eso, a pesar de no poder contar todavía con muchas recomendaciones, nos apegamos a tres claves, que pueden hacer una diferencia si su empresa quiere utilizar inteligencia artificial para crear contenido, productos o ideas. La primera es, que es esencial asegurarse que haya una intervención humana significativa en el proceso de ideación, producción y edición, de tal forma que se pueda realmente evidenciar una autoría. La segunda es proactivamente buscar sus materiales (logotipos, ilustraciones, elementos de texto, etc) y trabajo, en bases y lagos de datos para valorar que riesgo están corriendo en estos espacios. Y por último, al crear contenido con IA, deben evitar el uso de indicaciones o alimentar a la herramienta con el estilo y material de otro autor, pues esto sería “atentar” contra sus derechos y creatividad.
Al final, si queremos romper con este ciclo vicioso, tenemos que ser nosotros los primeros en respetar el trabajo ajeno ,y utilizar nuestra imaginación y creatividad para crear. Sin embargo, si su pregunta final es si creemos que es correcto aprovechar el poder de esta tecnología en sus procesos creativos, como diría John Lennon: “…get by with a little help from my friends”.
ANNALECT
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